Las formas de producción de energía han cambiado notoriamente en los últimos siglos. El viento, el carbón, el gas natural, el petróleo y la energía nuclear han sido algunas de las fuentes que se han utilizado para producirla, las que han impactado de distintas formas sobre el territorio. ¡Te invitamos a conocer sus infraestructuras y a través de su huella en el paisaje, conocer más sobre sus procesos y sus características!
- 1896
Faro Islotes Evangelistas
- 1897
Planta Hidroeléctrica de Chivilingo
- 1900
Central Eléctrica Mapocho
- 1910
Fábrica de Gas San Borja
- 1910
Central Hidroeléctrica La Florida
- 1911
Tranque Sloman
- 1922
Central Hidroeléctrica Maitenes
- 1923
Subestación Eléctrica San Cristóbal
- 1944
Central Hidroeléctrica Pilmaiquén
- 1965
Central Hidroeléctrica Isla
Energía
En 1857 se estrenó el alumbrado público de Santiago. Flamantes faroles a gas acompañaron la noche inaugural del Teatro Municipal, mientras 600 lámparas instaladas en las calles principales, en las fachadas de los edificios públicos y en la Plaza de Armas, reemplazaron en el transcurso de los meses las tenues luces proyectadas por los velones que iluminaron por décadas los caminos del centro de la capital.
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1857
19/10/1857Estreno del alumbrado publico de Santiago.
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1883
20/11/1883La luz eléctrica ilumina la Plaza de Armas de Santiago
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1900
24/06/1900Construcción Central Eléctrica Mapocho
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1908
10/10/1908Central Hidroeléctrica el Sauce inicia sus operaciones den Valparaiso
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1910
29/01/1910Fábrica de Gas San Borja
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1919
07/10/1919Creación Compañía Nacional de la Fuerza Eléctrica.
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1921
17/09/1921Creación Compañia Chilena de Eléctricidad S.A.
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1922
20/08/1922Central Hidroeléctrica Los Maitenes
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1923
25/02/1923Construcción Subestación Eléctrica San Cristóbal
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1925
21/10/1925Ley General de Servicios Eléctricos
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1939
10/11/1939Fundación de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO)
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1944
21/10/1944Formación de Empresa Nacional de Electricidad Sociedad Anónima (ENDESA)
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1970
11/06/1970Formación Compañía Chilena de Electricidad (Chilectra)
Treinta años después la ciudad se iluminaba con faroles de gas y de parafina, con un total de 1.988 luces. El alumbrado público se había ampliado, sin embargo continuaba siendo reducido. El servicio se concentraba en la zona céntrica de la capital y en los barrios de las elites y los grupos medios, los mismos que con exclusividad gozaban de agua corriente.
Este servicio se implementó en Santiago décadas más tarde de su puesta en marcha en Londres (1814) y a pocos años que en Buenos Aires (1852). Los empresarios José Tomás Urmeneta y Maximiano Errázuriz se adjudicaron la concesión del alumbrado público y formaron la Compañía de Gas de Santiago, la que se hizo anónima una década después, al alero de nuevos desafíos. Sin embargo, pese al impulso inicial, las lámparas a gas comenzarían a desaparecer frente a la avanzada de la luz eléctrica. La irremediable retirada se sentenció en 1883, cuando esta nueva tecnología alumbró la Plaza de Armas gracias a un generador eléctrico situado en el lugar.
Ante este panorama, la Compañía de Gas se reinventó, dejando atrás su principal función como empresa responsable del alumbrado público citadino y enfocándose en el mercado de producción y distribución de gas para el uso doméstico e industrial. Esta nueva etapa se coronó al adoptar el nombre de Compañía de Consumidores de Gas de Santiago en 1887. Para estimular el consumo, la compañía importó y promovió la compra de artefactos a gas, tales como estufas, calefones y cocinas. No obstante, no se libró de competir con las empresas de electricidad, que también tenían interés en suministrar energía a aparatos domésticos. Entre 1887 y 1930 la publicidad de periódicos y magazines encarnó esta disputa por captar la preferencia de las dueñas de hogar.
La iniciativa de generar y distribuir electricidad respondió a intereses privados, nacionales y extranjeros. Uno de los primeros esfuerzos se gestó a mediados del siglo XIX con la introducción del telégrafo por el empresario norteamericano Guillermo Wheelwright y la inauguración del servicio entre Santiago y Valparaíso. A fines del siglo XIX se crearon las primeras empresas eléctricas, aunque paralelamente al desarrollo de la industria, grandes mineras e fábricas instalaban sus propios generadores para electrificar sus oficinas. Para 1883, el influjo de la electricidad se proyectaba en la sociedad chilena, vaticinando el papel que cumpliría en el desarrollo del transporte público y en la industria nacional.
Los municipios del país aspiraron a alumbrar las noches de sus pueblos y ciudades. Este anhelo explica en parte la existencia, en las primeras décadas del siglo XX, de más de 90 pequeñas empresas eléctricas en Chile, que se caracterizaban por ser locales, carecer de conexión entre sí y poseer sus propias plantas generadoras. Junto a ella existían importantes sociedades anónimas como la Chilean Electric Tramway and Light Company, la Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad y la Compañía General de Electricidad Industrial.
Las centrales generadoras podían ser termo o hidroeléctricas, aunque la segunda opción predominó en Chile por la abundancia del recurso hídrico. En Santiago, operaba la Chilean Electric Tramway, a cargo de la locomoción colectiva desde 1900. Para ejecutar su servicio la compañía levantó la central térmica Mapocho. La Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad construyó la central hidroeléctrica La Florida, que inició sus operaciones en 1910, una muestra de modernización que celebraba el centenario republicano. Por su parte, en 1908 la misma compañía había levantado El Sauce, para abastecer a Valparaíso.
En Santiago el consumo eléctrico se incrementó en las primeras tres décadas del siglo XX. La Alameda se cubría de una hilera de luces. Los primeros rascacielos derrochaban luminosidad por las noches y los letreros comerciales de los cines y de las casas comerciales coloreaban la ciudad. Las grandes tiendas exponían en sus vitrinas los nuevos inventos eléctricos que facilitaban el quehacer doméstico, como aspiradoras, refrigeradores y planchas, importados de Estados Unidos o Europa. El censo registraba desde fines del siglo XIX un marcado incremento de la población, que se había extendido de 332.724 en 1907 a 712.533 en 1930. A este aumento se sumaba el crecimiento de la industria local, del sistema de tranvías y de los hogares que funcionaban en base a la energía eléctrica. La electricidad también posibilitó importantes innovaciones en el ámbito de las comunicaciones como el teléfono, implementado en Santiago en 1887, que contaba hacia 1930 con más de 24.000 aparatos y la radio, un revolucionario medio de masas introducido en 1923.
Frente a este escenario, las grandes compañías eléctricas aumentaron su producción e iniciaron estrategias de expansión empresarial. Comenzaron a absorber a las pequeñas empresas y a competir entre sí por dominar las zonas de mayor consumo, en particular el eje Santiago-Valparaíso. La tensión se diluyó en 1921 con la fusión de la Chilean Electric Tramway con la Compañía Nacional de Fuerza Eléctrica, que resultó en la fundación de la Compañía Chilena de Electricidad, hoy Chilectra. Esta entidad se posicionó en el territorio en discordia, mientras que la CGE, la otra contrincante, oficiaría en numerosas ciudades del sur de Chile.
Las empresas eléctricas comenzaron a funcionar sin mayor normativa legal. En el contexto de su expansión, el Estado decretó en 1925 la Ley General de Servicios Eléctricos para regular y uniformizar tanto la generación como el suministro energético que ofrecían a la población. Tras la crisis económica de 1929, las preguntas por el desarrollo y la modernización nacional obligaron a revisar la realidad eléctrica del país. Pese a la inversión en nuevas centrales, las empresas eléctricas eran incapaces de abarcar la demanda creciente. En las ciudades el servicio era inestable, y en el sector rural desconocido. El estancamiento de la electrificación nacional significaba un obstáculo para el crecimiento económico y la autonomía del país, por tanto era necesario implementar políticas para el desarrollo de nuevas centrales. En 1936 un grupo de ingenieros de la Universidad de Chile presentó una propuesta conocida como Política Eléctrica Chilena, en la cual se recomendaba el uso del recurso hídrico y el liderazgo estatal en la planificación y producción de energía eléctrica. El proyecto apostaba a la creación de centrales hidroeléctricas en las próximas décadas y a la interconexión de los sistemas eléctricos regionales, a través una línea de transmisión a lo largo del territorio. Esta propuesta sentó las bases del Plan de Electrificación Nacional aprobado en 1943 e implementado por la Empresa Nacional de Electricidad (ENDESA). Este plan impulsó la construcción de centrales y sistemas de transmisión de Arica a Punta Arenas y potenció la electrificación del sector rural. Formó parte de una política de gran escala dirigida a impulsar la industrialización en Chile, proceso que fue guiado por la Corporación de Fomento a la Producción (CORFO).